Amanece un bonito día en Ljubljana. Bajamos desde el hotel hasta el centro para tomar el desayuno en una de las terracitas con vistas al río. Todos los días hay un mercadillo en la plaza que hay al lado del restaurante Vodnikov Hram. No es un mercadillo para turistas sino que tienen los productos que necesita la propia gente de Ljubljana.
Conseguimos un mapa de la ciudad en la oficina de Turismo y seguimos la ruta indicada para ver los edificios más destacados de la ciudad. Francamente no eran nada del otro mundo, y la impresión es que lo mejor de Ljubljana es la orilla del río y el ambiente de sus terrazas.
Para comer elegimos el restaurante River, que como su nombre indica está en la orilla del río. Tiene unos menús del día completos y muy apañados de precio. Hoy tocaba arroz con champiñones acompañado de ensalada, y sopa, brochetas de pollo con piña y arroz de guarnicion. Todo por 20€.
Tras la comida visitamos el último monumento que quedaba por visitar en Ljubljana: el castillo. No es un castillo impresionante sino más bien modesto, pero ocupa una privilegiada posición desde la que se domina toda la ciudad. Hay un funicular para subir, pero la subida caminando no es demasiado dura y se hace sin mayor problema. Dentro del castillo hay una cafetería en el patio, muy agradable para descansar y tomar el sol después del esfuerzo de la subida. Subir a la torre del castillo para admirar las vistas cuesta 3,5€
Como ya estaba todo visto en Ljubljana pasamos el resto de la tarde comiendo helados, aquí los cargan que es una barbaridad, y tomando vinos en las terrazas del río. Al igual que la tarde anterior hay mucho ambiente.
Con tanto vino se nos hizo tarde para cenar, y a las 10 y pico de la noche fue difícil dar con un sitio que nos atendieran. Finalmente encontramos una pizzería donde cenamos correctamente, aunque nos metieron algo de prisa para terminar.