Los maravillosos lagos de Plitvice
Nos levantamos y tomamos la carretera hacia el interior en dirección al Parque Nacional de los Lagos de Plitvice. Por el camino paramos en un bar-asador a tomar un café y cual sería nuestra sorpresa al ver a varios paisanos comerse un cochinillo asado ¡a las 10 de la mañana!
El camino llevó un poco más de 2 horas. La carretera está en obras durante unos cuantos kilómetros y la circulación es lenta. Si se va desde Split no hay ninguna obra.
Al llegar al parque hay que dejar el coche en un parking en los huecos que ha dejado el monte entre los arboles. Es muy curioso, aunque poco práctico: te quedas muy lejos de las taquillas. Hay que sacar un ticket para la entrada y luego elegir la excursión. Hay varias rutas preparadas para recorrer las distintas partes del parque y también transporte en autobús y barco entre las distintas zonas. Elegimos la ruta H, que se tarda entre 4 y 5 horas y se recorren todos los puntos de interés.
El parque está muy bien organizado y cuidado. Casi todo el camino se hace por pasarelas de madera y no es especialmente difícil ni cansado. Además el tiempo que se pasa esperando y utilizando el transporte sirve de descanso. Eso sí, esto está muy masificado así que en ocasiones hay que tener paciencia cuando nos crucemos con un grupo grande de gente.
En cuanto a paisaje el parque es fantástico. Merece mucho la pena la visita. Son una serie de lagos de increíbles y cristalinos colores azules comunicados entre sí por una sucesión de cascadas. Las pasarelas que recorren las orillas y en ocasiones por encima de los lagos nos permiten disfrutar de la gama de colores del agua.
La catedral más pequeña del mundo
Tras el parque nos dirigimos hacia Zadar por la autopista (de peaje) para hacer una parada en Nin, a 20 km de Zadar. Este es un pequeño y encantador pueblecito en una isla pequeña unida por puentecitos a tierra. Cuenta con el honor de tener la catedral más pequeña del mundo. Se respira un ambiente muy tranquilo a pesar de lo pequeño ya que hay poco turista por aquí.
Continuamos por la autopista hacia Šibenik, para pasar allí la noche. No vemos apenas ningún cartel de "sobe" así que nos vamos al pueblo costero de Brodaniča. Allí está plagado de apartamentos y conseguimos uno normalito por 25 €.
Cenamos al lado del apartamento en el restaurante Zlatve Plitka, con terraza al borde del mar y Richard Clayderman al piano. Bueno, no era él, pero sí que había pianista en directo. Un ambiente muy romántico si vas en pareja.
Aquí probé el jamón croata. Es un jamón como poco curado y muy salado. Como esperaba nada que compararse a un ibérico. El plato de pescado de la casa estaba bueno, aunque me pareció un poco timo por la poca variedad. El que sí estaba muy bueno era el vino blanco de la casa que entraba como agua e hizo que acabáramos la cena con una buena moña.
Moña que fuimos a celebrar al único bar que había abierto en toda la costa de Brodaniča. Naturalmente había una mezcla de gente de todas las edades, incluyendo un curioso grupo que se asemejaba a una tuna y que cantaron un par de típicas canciones.
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